Colombia y América Latina están atravesando fenómenos de transformación política, económica, social y ambiental que son decisorios para el futuro. Habitar estos fenómenos ha implicado una evolución importantísima de las demandas sociales, que a su vez reclama que los y las jóvenes estemos más y mejor preparadas para atender dichas demandas. De ahí lo imperativo de reflexionar acerca de una juventud con vocación de servicio que se dedique con ahínco a trabajar para solventar los desafíos sociales, entendiendo lo global y lo local para propiciar un desarrollo responsable para nuestras comunidades y territorios.
Tanto Colombia como los países latinoamericanos nos encontramos en una dualidad respecto al panorama social. Por un lado, es cierto que los países continúan haciendo esfuerzos importantes para atender los mismos fenómenos estructurales de siempre tales como la desigualdad y la pobreza. Estas problemáticas han estado presentes en la agenda pública durante décadas en medio de aciertos y fracasos. Hoy siguen siendo reclamos clave de la ciudadanía y de diversos grupos de interés. Por el otro lado, la región ha sido escenario de cambios importantes. Por ejemplo, los estallidos sociales sin precedentes, las brechas sociales agudizadas por la pandemia y cambios ideológicos en los gobiernos de la región.
Entender esta lógica de la relación entre la juventud, las demandas sociales y la agenda pública proporciona una conclusión preponderante: el rol protagónico de los jóvenes impulsando los cambios sociales. Ahora bien, este rol protagónico que tenemos como jóvenes debe extenderse y pasar del posicionamiento de los temas en la agenda pública, hasta la apropiación de los cambios que demandamos. Es decir, la coyuntura necesita de jóvenes que estemos a la altura para asumir los retos del presente y del futuro, tanto trazando nuevos caminos como construyéndolos desde la cotidianidad.
Una ciudadanía activa, y en especial una juventud activa, son esenciales para materializar los cambios que como sociedad hemos propuesto. Esto no será posible hasta que actuamos con vocación de servicio, entendiendo que el propósito de la vida debajo del sol no es otro que servir a lo colectivo. Cada quién desde su campo de experiencia, y trabajando por los temas que le inquietan, puede transformar su área de influencia. En últimas, esto nos convierte en servidores públicos, puesto que el servicio público no es otra cosa que actuar y movilizarse en una o varias causas en función del bienestar integral de nuestras comunidades.
Entender esta lógica de la relación entre la juventud, las demandas sociales y la agenda pública proporciona una conclusión preponderante: el rol protagónico de los jóvenes impulsando los cambios sociales. Ahora bien, este rol protagónico que tenemos como jóvenes debe extenderse y pasar del posicionamiento de los temas en la agenda pública, hasta la apropiación de los cambios que demandamos. Es decir, la coyuntura necesita de jóvenes que estemos a la altura para asumir los retos del presente y del futuro, tanto trazando nuevos caminos como construyéndolos desde la cotidianidad.
Una ciudadanía activa, y en especial una juventud activa, son esenciales para materializar los cambios que como sociedad hemos propuesto. Esto no será posible hasta que actuamos con vocación de servicio, entendiendo que el propósito de la vida debajo del sol no es otro que servir a lo colectivo. Cada quién desde su campo de experiencia, y trabajando por los temas que le inquietan, puede transformar su área de influencia. En últimas, esto nos convierte en servidores públicos, puesto que el servicio público no es otra cosa que actuar y movilizarse en una o varias causas en función del bienestar integral de nuestras comunidades.
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El núcleo fundamental de la evolución de las demandas sociales y la agenda pública reside en el posicionamiento de los sentipensares populares de nuestra generación.
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El núcleo fundamental de la evolución de las demandas sociales y la agenda pública reside en el posicionamiento de los sentipensares populares de nuestra generación.
Bajo este entendido del servicio público, me parece clave que los jóvenes que trabajamos por la transformación social de Colombia y de Abya Yala tengamos una visión global y un ímpetu a la acción en lo local. Como parte de este entendimiento de las dinámicas globales, y en línea con una agenda pública vanguardista, me parece valioso que reconozcamos cómo se articulan las estructuras de dominación como el racismo, el patriarcado, la heteronormatividad, entre otras. En este sentido, es indispensable apropiar una vida con fundamentos descoloniales, trabajando para poner a andar nuestras propias visiones de desarrollo, que tomen distancia de modelos ortodoxos y occidentales donde lo imprescindible es el crecimiento económico, la expansión y el extractivismo. Por el contrario, debemos propender por un modelo de desarrollo donde lo imprescindible sea buscar el buen vivir de las comunidades, donde reconozcamos que somos sujetos que co-habitamos un espacio que no se puede homogenizar en nombre del desarrollo. Varias de nuestras regiones, ancestral y tradicionalmente, han tenido economías, saberes, formas de gobierno y formas de producción propias (que protegen nuestra relación con la naturaleza y el territorio).
También importa, creo, el amor indirecto, el trabajo que hacemos por los otros, por quienes no amamos, ni podemos amar, pues no conocemos. Al fin y al cabo, somos una especie cooperadora, dependemos de los otros, del conocimiento y el trabajo de los demás. La civilización radica en eso, en hacer compatibles el bienestar individual y el colectivo.
Lo bueno de la vida es complicarla. Tal vez la esencia de todo no sea la felicidad, sino tener […] una buena historia que contar. Tal vez nuestra única defensa ante la muerte y la insignificancia consista en eso, en tener un diálogo con el mundo y contar el cuento de nuestra brega cuesta arriba. Contar el cuento. Eso es todo.Después de leer su reflexión, reafirmé mi convicción de trabajo por lo público. Esto resulta ser una invitación a que no solo tengamos proyectos, sino a que tengamos causas, a que nos apropiemos de contar historias de cambio y de juntanza. Al final, nuestros lugares propios de enunciación y acción política son los que construyen la transformación de este país y de esta región.
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